abril 10, 2011

El sueño del esclavo-Sócrates

Voy paseando por un camino solitario, disfruto del aire, del sol, de los pájaros y del placer de que mis pies me lleven por donde ellos quieran.
A un costado del camino, encuentro un esclavo durmiendo. Me acerco y descubro que esta soñando, de sus palabras y gestos adivino... sé lo que sueña:
El esclavo esta soñando que es libre. La expresión de su cara refleja paz y serenidad.
Me pregunto...
¿Debo despertarlo y mostrarle que sólo es un sueño, y que sepa que sigue siendo un esclavo?
¿O debo dejarlo dormir todo el tiempo que pueda, disfrutando aunque sea en sueños, de su realidad fantaseada?

abril 09, 2011

El miedo de mirarse

No lo voy a hacer, es claro que no lo voy a hacer. Mi imaginación siempre es más estúpida que mis actos, o más valiente, tal vez. No lo hago, pero te lo cuento.
Iba a ir a tu casa. Así, sin permiso, sin conocernos tanto, sin tanta confianza. Tardamos tanto en encontrarnos, en buscar excusas para vernos, en preguntarnos si el otro también esperará a alguien.
Iba a ir a tu casa y decírtelo, de una: vine a tomar mate, con vos. No, nada especial, no me pasa nada. Quería charlar y pensé en vos, y dije: vengo; en vez de andar imaginándote. Dale, paso. ¿Qué decís? Sí, lindo día. Me gusta más cuando llueve. No, no es que no tenga nada para hacer, pero…
Sabemos tan poco como hablarnos cuando no hay demasiado para decir. Nos trabamos apenitas después del cómo andas. Y el silencio nos aterra cuando no nos sale llenarlo de palabras para olvidar, y entonces huimos.
Hubiera podido ir y decirte que quería preguntarte algo, que vengo a buscar no se qué, que espero no interrumpir nada importante. Mentira, pero ¿cómo iba a decirte que voy para no estar solo, porque me intriga lo que podrías decir?
Una manga de cagones, eso somos. Cobardes y solos, con unas ganas de abrazar terribles y siempre dudando si ir o no, si hacer o no, si decir o no, y mirá si no pensaba como vos y se te ríe o te dice estoy apurada, ahora no puedo, nos vemos mañana como quien dice salí de acá.
Menos mal que lo tengo al trompi, ¡qué si no…!
Y no: no estoy enamorado, no es eso. Tampoco del trompi, es un peluche. Mi peluche.

Tareas de la escuela

Para la escuela tradicional, que sean muchos en el aula responde a una necesidad de alcance masivo, y no de encuentro grupal. Encuentros que no son: estamos ahí pero no nos conocemos, no nos comunicamos, no estamos para eso.
Se dice que hay cosas más importantes de aprender, aunque no se entienda porqué. Y así nos vamos formando en el desencuentro. No nos enseñan matemáticas, eso se olvida; nos enseñan a hacer caso, a no charlar con el compañero mientras habla el profesor, así nos irá bien.
Aprender es secundario, nos preocupa aprobar. Elaboramos estrategias para cumplir con la consigna, para descifrar qué quiere el profesor, para recordar la respuesta correcta; tenemos que terminar la escuela o tenemos que recibirnos para poder hacer cosas sin necesaria relación con todo aquello exigido para obtener el título habilitante. La cuestión es zafar del sinsentido, porque nosotros no decidimos los cambios. Eso nos queda también, cuando nos olvidamos lo que nos enseñaron en la escuela: las cosas las deciden otros, obedecé con una sonrisa. Cuando te pidan que sonrías.
La educación de los nadies: soportar porque sí, complacer al que pone la nota, recordar lo que se evalúa (hasta la evaluación), aguantar las ganas de charlar y de mear hasta el recreo, responder las preguntas que ya tienen respuesta con miedo a equivocarse, no murmurar porque molesta a los que quieren aprender; y quedan pospuestos sueños e ideas y encuentros porque no alcanza el año para terminar con este currículum que mandan de arriba y tiene que dictarse y escribirse, qué le vamos a hacer.
Algo debe esconder esta persistencia en acumular información irrelevante que nos impide tener tiempo para animarnos a hablar, para descubrirnos pensando y haciendo, para aprender preguntando, intentando, creando, compartiendo. O quizás no, quizás no queda más que tradiciones y restos de viejos proyectos y caprichos y comodidad y pocas ganas de pisar en lo incierto. Y la impotencia de los que no sabemos por dónde empezar, ni con quién.
¿Hace cuánto se habla de esto sin cambiar nada? ¿Para qué sirve tanta altura académica si las persianas están cerradas a los problemas de los nenes de verdad, si mis compañeros van dejando la carrera y no estamos dispuestos a preguntarnos porqué nuestra universidad fracasa? ¿Aprenderemos en este sistema educativo a que nosotros, las personas, valemos algo? Porque no parece ser un objetivo. “Como Che Guevara de volante de pizzería”, dicen Las manos: sin el ejemplo, las fotocopias y el discurso universitario son chamuyo, aunque académico.
También este positivo altar desde donde se nos presenta la ciencia, verdad hasta que rigurosa y científicamente se demuestre lo contrario, nos sugiere no ir pensando en voz alta. ¿Qué le puede importar a “la ciencia” los difusos sentimientos y pareceres de algunos estudiantes, que ni citan autores reconocidos para atreverse a hablar?
Podría ser distinta la construcción del conocimiento, se me ocurre. Plantearnos problemáticas o proyectos (sentidos) y que los autores y los docentes sean uno más reflexionando con nosotros, en ese arriesgarse del pensar y del hacer tan diferente al saber donde poco valemos y poco construimos, sin tanto control y dejando nacer la creatividad.
Sería injusto dar a entender que nada pasa para asumirnos como sujetos, pero es cierto que faltan espacios para pensar para qué estamos, para encontrarnos a crear y a intentar, para que lo que imaginemos pueda expresarse y así valer, para aprender a confiar y a usar nuestra palabra, para decidir sin esperar a que avalen los representantes. Y no es verdad que podamos hacerlo de manera independiente sin dedicarnos menos a las exigencias universitarias, que por varias razones terminan siendo prioridad.
Pero, como dice Silvio, creamos en lo imposible, que de lo posible ya vimos demasiado.

Para improvisar en el seder

NARRADOR: En la cocina de la casa de Ariel y Sara.
ARIEL: Sara, hoy en la reunión de la kehilá voy a plantear que esto no puede ser. Hace siglos que hacemos el mismo seder, a la gente ya no le llega. Los nenes no entienden la profundidad del ma nishtaná, los de nuestra edad van a charlar y no piensan en las cadenas que nos atan hoy…
SARA: Ay, por favor Ariel, no seas schwer. Es un jag, una fiesta, la gente se encuentra, la pasa bien. ¿Qué necesidad de hacerlas pensar? Suficiente sufrimiento con el precio de la matzá como para sentirnos esclavos en Egipto. ¿Por qué no proponés hacer matzá en el pueblo, una cooperativa de matzá, como antes?
ARIEL: No, yo pensaba más en el futuro, ¿los chicos viste? Porque sino el judaísmo se acaba. Pensaba, viste que está el haficoman para que se queden despiertos, y digo, en vez de un pedazo de matzá que es poco tentador, podríamos esconder matzá con manteca y dulce de leche.
SARA: Pero a los chicos les importa el regalo, Ariel. Además se va a encastrar todo con eso. ¿Después quién lava?
ARIEL: Yo lo propongo igual. Voy saliendo.
SARA: Como siempre, nunca escuchás a tu esposa.
ARIEL: Jag de la libertad, amor. Sin esposas.
SARA: Claro, ahora libertad es dejar de escuchar a la esposa.

NARRADOR: Un grupo de nenes en el patio del shule.
DAVID: ¿Y? ¿Cuántos tenés?
GUSTAVO: Firmaron todos menos uno que la mamá no lo dejaba porque dice que los judíos mataron a Jesús.
CLARA: Pero la morá nos dijo que fue Pilatos.
ANDRÉS: Genial. ¡Tenemos un montón!
DAVID: Yo sabía que todos iban a querer ser judíos para faltar más veces a la escuela.
SUSANA: Mi papá me dijo que si faltábamos a la escuela teníamos que venir al shil.
ANDRÉS: Eso es mentira, si ni ellos vienen.
GUSTAVO: ¡Shh! Que ahí viene Aarón.
NARRADOR: Viene Aarón.
CLARA: Hola Aarón.
AARÓN: A gud schávez, chicos.
DAVID: ¿Que qué cosa?
AARÓN: ¿Cuántos de ustedes tienen 13?
ANDRÉS: Ahora hay merkaz, no vamos a ir a rezar.
AARÓN: Les traje una foto, ¿ven? Es en la colonia Venesiani. Cuenten.
CLARA: Está amarilla.
SUSANA: Nueve.
AARÓN: Nueve hombres. Y contándolo a Di-s, teníamos minián. ¡Qué épocas! Ahora ya no les importa nada. Pero ustedes son buenos muchachos.
GUSTAVO: Nosotros también lo queremos, Aarón.

NARRADOR: En una mesa del seder de pesaj en la kehilá.
SARA: ¿Vamos a Jerusalem, amor?
ARIEL: Eso el año que viene. Siempre el año que viene. Es bonito vivir acá.
AARÓN: Ariel, ya escondí la matzá con manteca y dulce de leche. Nunca la van a encontrar en el arón ha kodesh. ¿Y usted, por qué no tiene kipá?
ANDRÉS: No creo en dios.
AARÓN: ¿Y eso que tiene que ver con ponerse la kipá?
ANDRÉS: Bue, está bien, me la pongo. Pasá la de servilleta.
AARÓN: Es por la brajá, por eso te digo. ¿Cómo vas a decirla sin la kipá?
CLARA: Andrés, Andrés. Ahí viene David con el haficoman. Hacemos lo que quedamos en el merkaz.
DAVID: Señores padres, morá. Hemos decidido no dejar que los adultos elijan el regalo de este pesaj.
ARIEL: Pero esa matzá no tiene dulce de leche ni manteca.
DAVID: Exigimos que se cumpla nuestro histórico pedido: queremos un ascensor en el shule. Hemos dicho.

NARRADOR: Cerca del final de la noche del seder.
ARIEL: ¡Hace 3000 años! ¡3000 años! ¿Y a vos te parece, seguir contándole a nuestros hijos?
AARÓN: Estoy preocupado, Ariel. ¿Se podía ponerle dulce de leche al haficoman? No consultamos a ningún rabino…
ELIAHU: Ya borrachos. Se toman hasta el vino de los chiquitos, nadie se acuerda del pobre Eliahu. Llego cansado desde China…
SARA: ¿China? ¿Hay judíos también en China?
ELIAHU: Hay. Por todos lados hay.
SUSANA: Yo te doy el vino, a mí no me gusta. Pero nunca me trajiste un regalo. Acá a todos les trae papá noel menos a los judíos, y vos nunca aparecés. Menos mal que están los reyes, y el ratón Perez.
ELIAHU: ¿Perez? Con un apellido tan fácil no debe ser judío. ¿Qué hace?
SUSANA: Nos deja plata por los dientes.
ELIAHU: Definitivamente, ser judío es otra cosa.
CLARA: ¿Qué otra cosa?
ELIAHU: ¡Ah! Eso es algo que cada uno de ustedes va a poder decidir.

El pueblo del libro

Dice un cuentito que dios nos eligió a los judíos porque ningún otro pueblo aceptaba su ley. Yo, si es que dios existe, propongo otra versión: somos las vocecitas que aparecen en su cabeza cada vez que se intenta dormir. Contradictorias, gritonas, atropelladas, cuestionadoras, desafiantes, sensibles, creativas, irreconciliables pero inseparables. Judíos, en fin.
Los judíos somos el insomnio de dios. Y no logra evitarnos.

marzo 09, 2011

Nosotros y la comunidad/en mirkam...

Tengo un wordpad abierto que trata de atrapar todo lo que fuimos diciendo. Es una guasada*, y estoy contento: no es poco decir tanto tan de golpe.
Buen comienzo.
No voy a improvisar un resumen más legible que como lo tengo en mi cabeza, poq supongo que Guido tiene todo el entusiasmo para hacerlo.
Pero sí quiero dejarles algunas impresiones, para que sepan más o menos lo que creo y entiendan mejor de qué hablo cuando hablo...
-Una vez, también en Majón, una profe dijo algo como "¿para qué quieren continuar con el judaísmo? El judaísmo no está hecho para continuarse, está hecho para vivirse", lo cual no es del todo cierto pero sí fue interesante esto de que un judaísmo que no se vive probablemente no continue a pura fuerza de inercia y pequeños recuerdos que apaga el tiempo. O, dicho distinto, un judaísmo sin vida, pura actuación desganada, no merece ser continuado.
-Sin embargo, esa porfíada manía (a veces, le dicen compromiso) de creer que el judaísmo merece ser vivido aunque sea difícil decir porqué, suele ser nuestra gran fuerza. Si podemos ir reemplazando el cansancio de ser siempre los mismos por la alegría de estar haciendo todo lo que podemos aunque nunca alcance, si en vez de desesperarnos por todos los que no están vamos atreviéndonos a vivir el judaísmo con los que vayamos siendo, si imaginar y pensar lo judío pasa más por una necesidad de nuestra identidad que sólo por una responsabilidad, si vamos creando el judaísmo a nuestro paso libres sin demasiados dogmas ni miedo a goim ni frases hechas ni reglas dadas, si aprendemos a (sin dejar de ser porfiados) escucharnos y apoyarnos entre todos los que quieran construir; vamos a ir sumando a nuestra gran fuerza un sentido, una manera de ser y de vivir que va a ir desparramando chispas por donde andemos, y aunque no arrastre nada nos va a llenar de ganas de seguir.
-Y creo que tenemos bastante por escuchar de los que se alejan del judaísmo, con más ánimo de entender que de reprochar. Su pregunta es lo que altera a los inseguros: ¿para qué me sirve ser judío? Ni esquivarla ni prefabricar respuestas hará descubrir el judaísmo a nadie.
-En el judaísmo no es, como dicen muchos, tan importante saber. Es importante preguntarse, y es importante querer aprender; cosa que "los que saben" siempre terminan olvidando. Hay una frase, creo que de Kovadloff, que dice que el pueblo judío es el pueblo del libro no porque lo sepa o lo tenga sino porque nunca deja de escribirlo. Un judaísmo sin dudas, sin creatividad, no es judaísmo: es una piedra. Y las piedras dejémosela a los muertos.
-Tampoco hay judaísmo sin encuentro, pero las burbujas parecen cuidar un vacío que se haría evidente al menor contacto con cualquier cosa con un mejor y pìnchudo marketing. El judaísmo en el encierro tiende a pudrirse, más que a crecer. No somos judíos por amontonarnos con otros judíos, somos judíos por encontrarnos con otros judíos. Y encontrarnos es una palabra difícil, ciertamente. Porque implica creer en quién somos pero estar abierto a quien es el otro. Implica no repetir ni fingir lo que estamos haciendo sino sentirlo, no sonreír por ser políticamente correcto ni dejar de considerar al otro por no estar de acuerdo y creer que ahí se termina todo. Implica sentirse parte de lo mismo sin tratar de imponerle al otro que viva esto mismo como a mí me parece que es. Implica dejar de girar como trompos para bailar un rikud, un poco más en ronda, para tirar alguna metáfora tonta. Pero sin creer que en la ronda dejamos de importar como personas, particulares, únicas.
-Pero, en Argentina. Y que me perdone (¿que me perdone?) la ideología sionista por la "traición", pero no creo ni que Israel sea mi casa, ni que sólo pueda ser "plenamente" judío allá. Y lo digo, cuidado, con todo cariño. Pero si no quiere que sus preceptos sean una mentira, que deje de meternos a todos los judíos en su bolsa (o a todos los que entramos en la ley del retorno, al menos!). Me explico: me cae simpática su difundida invitación a formar un estado judío en la tierra de nuestros antepasadísimos y creo que los que hacen aliá ideológicamente encaran un gran proyecto, creo que es justo que lo defendamos ante las guarangadas de una izquieda simplista y agresiva sin dejar de serle crítico, también me importa lo que allá pasa y aprendo mucho de lo que hacen. Pero no vivo allá, no construyo allá mi vida ni mi judaísmo ni quiero hacerlo, ni me parece hacerlo mientras pensemos seguir en este suelo. Y cuando nos dicen y dejamos que el centro de nuestra vida está lejos de donde estamos, cuando nos escriben la historia olvidándonos y la tomamos como nuestra, cuando nos crean la cultura allá lejos y en otro idioma y creemos que es la única posible o la mejor, cuando nos preocupan sus problemas más que los nuestros y nos alegramos más de sus logros que de los nuestros, siento que somos un reflejo triste que mira lo que pasa en otro lado y no sabe cómo vivir acá mismo, ni cree que se pueda con la misma intensidad, o con otra intensidad pero nuestra intensidad. A veces, hasta me parece que nos limita a crearnos y a descubrirnos el creer que lo que pasa pasa en otro lado con otros protagonistas y sin preguntarnos, dejándonos el lugar de pasivos observadores, que a lo sumo se pelean con alguno que molesta acá lejos donde las cosas no importan tanto como para tenerlas en cuenta. Igual, Israel es un punto difícil, en donde creo tenemos más nosotros por hablar que los israelíes. Pero que sirva de pantallazo de lo que siento que nos pasa*.
-Poquitos hablaron de nuestra relación con los goim, pero es que tampoco hablamos mucho de cómo ser en Argentina. Judíos y argentinos, pero no como una identidad partida sino mezclada, no siendo judíos un rato con judíos y argentinos otro rato en la universidad sino siendo, siendo esto que somos cada vez que estemos siendo y con quien estemos siendo. Lo digo como continuo desafío, y más en comunidades que no suelen creer que tienen una historia y la posibilidad de estar creándola. Más en comunidades que tienen miedo de mostrar su judaísmo y de dudar de su judaísmo, porque la asimilación sería terrible entonces mejor encerrarse entre judíos, porque este país no es el país de los judíos. Pero es nuestro país, al menos mi país. Y vivirlo sin proscribir ni limitar mi judaísmo es un desafío de cada día, complejo y latente, que ojalá comparta con ustedes...
Bueno, si llegaron hasta acá y siguen siendo judíos, deberían estar sumamente en desacuerdo con al menos algo, jaja.
¿No les parece ir tratando, en una especie de foros transversales que atraviecen todo mirkam, estos temas que tienen que ver con la identidad de nuestras comunidades; para ir no sólo definiendo el qué y el cómo educar, sino también nuestros desafíos y para qués?
Se me ocurre, digo: creer que cuarenta judíos van a ponerse de acuerdo sobre algo en dos años es ya bastante optimista, estaría bueno irlo charlando desde ahora, jaja..
Que arranquen bien sus mundos! Nos vemos...


*Intenten encontrar una palabra mejor, intenten! jaja
*Un sólo ejemplo (tengo muchos simpáticos, jaja): en Rivera, Iom Hatzmaut se festeja con mucho más entusiasmo que el aniversario de nuestra localidad, que si recuerdan, es una colonia judía. Y digo: nosotros también invitamos a todo el mundo a vivir en Rivera donde podemos ser independientes! ¿Pasará por el éxito de la convocatoria sionista comparada con la riverense, el entusiasmo?