abril 09, 2011

El miedo de mirarse

No lo voy a hacer, es claro que no lo voy a hacer. Mi imaginación siempre es más estúpida que mis actos, o más valiente, tal vez. No lo hago, pero te lo cuento.
Iba a ir a tu casa. Así, sin permiso, sin conocernos tanto, sin tanta confianza. Tardamos tanto en encontrarnos, en buscar excusas para vernos, en preguntarnos si el otro también esperará a alguien.
Iba a ir a tu casa y decírtelo, de una: vine a tomar mate, con vos. No, nada especial, no me pasa nada. Quería charlar y pensé en vos, y dije: vengo; en vez de andar imaginándote. Dale, paso. ¿Qué decís? Sí, lindo día. Me gusta más cuando llueve. No, no es que no tenga nada para hacer, pero…
Sabemos tan poco como hablarnos cuando no hay demasiado para decir. Nos trabamos apenitas después del cómo andas. Y el silencio nos aterra cuando no nos sale llenarlo de palabras para olvidar, y entonces huimos.
Hubiera podido ir y decirte que quería preguntarte algo, que vengo a buscar no se qué, que espero no interrumpir nada importante. Mentira, pero ¿cómo iba a decirte que voy para no estar solo, porque me intriga lo que podrías decir?
Una manga de cagones, eso somos. Cobardes y solos, con unas ganas de abrazar terribles y siempre dudando si ir o no, si hacer o no, si decir o no, y mirá si no pensaba como vos y se te ríe o te dice estoy apurada, ahora no puedo, nos vemos mañana como quien dice salí de acá.
Menos mal que lo tengo al trompi, ¡qué si no…!
Y no: no estoy enamorado, no es eso. Tampoco del trompi, es un peluche. Mi peluche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario