¡Que alegría volver a verlos! ¿Tienen tiempo para un mate, o siguen apurados?
¿Para qué fueron todas esas noches en vela, llenas de hojas desparramadas, de anotaciones? ¿Qué esperan todas estas expectativas, por qué todos estos nervios? ¿Estamos cambiando el mundo, o es otra cosa?
¿Qué pasa que nadie sonríe, che? Ah, ¿es normal minutos antes de un final?
Claro, cosa importante un final. ¿Importante por qué, que a veces no me doy cuenta? ¿O no es importante saber por qué es importante? Es que estas cosas hay que charlarlas después de habernos sacado de encima los finales, ¿no?
Bueno, cuando quieran. Pero pensemos, alguna vez. En vez de sólo hacer lo que hay que hacer, pensemos un poco para qué nos sirve todo esto, si nos sirve. ¿Y si no?
Nos evalúan para certificar los conocimientos aprendidos. Hay una necesidad de que un papelito diga que sabés algunas cosas que, al menos mientras estuviste en ese saloncito con los profesores, pareciste saber. La universidad es más o menos eso: una fábrica de papelitos con nombre propio. Puede pasar que también aprendas, pero lo que vale para trabajar o para aparentar status es el título. A veces el papelito que dice que sabés importa más que lo que realmente sabés.
Y lo que la universidad certifica nos muestra también qué es lo que valora, y lo que no tanto. Si sólo exige conocimiento teórico específico es porque eso le importa, lo demás puede pasar, o no; es accesorio. Tanto que no se necesita un papel que lo reconozca, y si nadie tiene ganas, ni te van a preguntar qué pensás, qué hacés; mientras “sepas”. Curiosa pretensión: sabé, que con eso nos alcanza; no nos parece que debiera haber algo más.
¿Quién elige qué vale y qué no? ¿A qué le es funcional la elección? ¿Nos preguntaron?
Para darle un aire pedagógico, se dice eso de que es una instancia de aprendizaje. Pero el que tiene algo que aprender es el alumno incapaz de conformar a la mesa evaluadora, el que no pudo en un tiempo igual para todos aprender lo que se esperaba que aprenda, el que no pudo demostrar que sabe, pero no se engañen: nadie pensaba aprender de él. Sólo se va a separar: por un lado los que repitieron bien y felicitarlos, por el otro los medio inútiles y decirles que vuelvan a empezar, que se esfuercen un poco, que es su culpa pero que intenten mejorar: algún día van a servir. O no, pero también pueden hacer otras cosas, más a su nivel, digamos.
Pero bueno, esto es lo que hay que hacer, formalmente estamos obligados. Y nosotros vamos a actuar estos libretos escritos por otros, vamos a interpretar estos roles que no decidimos, pero aceptamos. Y vamos a hacer real todas estas actitudes que no existirían si nosotros decidiéramos hacer otra cosa. Si podemos esto, ¿por qué no podríamos algo diferente?
Algo que valore más el proceso en que aprendemos que un resultado arbitrario en un plazo determinado. Algo que podamos construir, que nos importe y que sirva, y que no necesite un papel para demostrar que existe. Algo que hagamos juntos, para aprender a ayudarnos, a hacer teniendo en cuenta al otro. Algo en dónde importe lo que pensamos, en dónde importe para qué vamos a usar lo aprendido, y no esa abstracción memorística de “saber”. Algo en dónde importe quiénes seamos. Algo que tenga que ver con lo que nos rodea, ¡algo que decidamos nosotros, che!
¿Lo pensamos juntos?
Escriban por acá lo que piensan, agreguen un cacho de hoja, o en los márgenes…
¡Llenemos de ideas la universidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario